Discurso de graduación

miércoles, 27 de mayo de 2015

Hoy, en este 27 de mayo, me gradúo. Y como chica de humanidades que soy, me ha tocado escribir un discurso con la gran ayuda de mis amigas letrasadas. Y como para nosotras este año ha significado mucho desde un punto de vista "humano", quiero compartirlo con vosotros.

Yo dando el discurso

Hace nueve meses, este día parecía inalcanzable, lejano e imposible. Nos dijeron que llegar a este día sería difícil, duro, y que este sería “el peor año de nuestra vida estudiantil”. Tenían razón, y a la vez estaban completamente equivocados.
Los profesores, desde principio de curso, no nos han dejado de repetir lo que muy bien dijo Virgilio hace miles de años, y es que el trabajo tenaz todo lo vence. Como todos sabemos, los profesores curiosamente siempre tienen razón. Bueno, la verdad es que existe una excepción: nos dijeron que si no dedicábamos las veinticuatro horas de nuestros días a este curso no podríamos sacarlo... Y la verdad es que todos hemos hecho un poco de trampa en algún momento. Porque seamos sinceros: un par de veces hemos abandonado los libros por el cine, el fútbol, las compras, el baile, la música, los blogs, los amigos... En resumen, todo aquello que nos motiva a continuar. Ha sido justamente en esos escasos momentos cuando hemos aprendido algo muy importante: valorar el tiempo.
Si bien es cierto que muchos asumen el “carpe diem”, muy pocos conocen qué significa verdaderamente. Uno de nuestros numerosos defectos es que siempre pensamos en el mañana, olvidando el hoy. Y precisamente a eso nos hemos dedicado en este curso: a preguntarnos qué haremos después, qué tendremos que hacer para conseguirlo, qué piedras nos vamos a encontrar...

Sin embargo, a la vez que nos hemos ido planteando nuestro futuro durante este año con detallados horarios, hemos ido viviendo momentos pequeños, imprevistos, efímeros y, curiosamente, eternos. Ese día en que nos reímos sin parar por una tontería, el día en que merodeamos por los pasillos, ese día en que les robamos churros a los profesores, o el día en que segundo reinaba en el instituto porque todos ya estaban de vacaciones menos nosotros. Ese día en que queríamos hacer una hoguera con los apuntes e irnos a la Conchinchina, o el día en que prometimos pesarlos a final de curso. Esa noche mágica en una azotea en Sevilla jugando a “village sleeps”. O el día en que se pretendía que cinco de nosotros fuéramos cada uno a una esquina. Pero no vamos a continuar, porque como todos bien sabéis “a veces los que más hablan son los que más tienen que callar”.
Tenemos una colección innumerable de días que van desde nuestro primer día de instituto, un día lluvioso seis años atrás, hasta este mismo instante. Entre estos dos días hay más de diez centímetros de diferencia, dos tonos más graves de voz y, sin exagerar, una tonelada más de experiencias y conocimientos.
La gente suele pensar que las graduaciones son para despedirnos de todos esos días. ¿Y quién nos dice que no volveremos a reírnos a mandíbula batiente otra vez? ¿Que no volveremos a caminar sorteando puertas? ¿Qué no volveremos a aprender grandes lecciones de grandes maestros? ¿Que no volveremos a retarnos a nosotros mismos? Puede que lo hagamos con otras personas, en otros lugares y en situaciones distintas, pero volveremos a sentirnos de la misma forma que en estos últimos meses: invencibles y derrotados, tristes y en lo más alto, estresados y relajados.
Lo que celebramos hoy no es un adiós a esos días. Celebramos el resultado de concentrar todos esos días en el aquí y el ahora: nosotros, los que nos graduamos hoy, somos todos esos días con los compañeros, los profesores, en los pasillos, en los recreos. En lo más alto y en lo más bajo.
Es hora de coger todos esos días, salir ahí fuera mañana y demostrar todo lo que el Juana de Castilla, la pública, nos ha enseñado. No va a ser fácil, y no solo por la situación actual que nuestro país vive, sino porque el mañana es una aventura, no algo que podamos planificar hoy como hemos estado intentando estos meses. Y, a diferencia de lo que muchos podéis pensar, eso no es algo malo, sino la mejor parte.
Si hemos llegado hasta este día, un día que hace nueve meses parecía inalcanzable, podemos decir “lo hicimos”. Al fin y al cabo, “labor omnia improba vincit”. Y si lo hemos hecho ahora, lo podremos hacer siempre.
Gracias a todos por todo.


4 comentarios:

  1. Me parece un discurso precioso, espero tener la misma sensación cuando me toque a mi graduarme :)
    Un beso <3

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo solía pensar que la graduación no era para tanto, que el fin del instituto era lo que esperaba. Pero cuando me tocó escribir el discurso, me di cuenta de la de cosas que iba a dejar atrás. Y, a la vez, descubrí que no las iba a dejar atrás realmente, sino que seguiría adelante con todas ellas formando parte de mí.

      Ya verás como será un momento muy especial ;)

      ¡Besos!

      Eliminar
  2. ¡Me ha gustado muchísimo el discurso! A mí me tocó escribir el mío el año pasado cuando terminé cuarto (mi colegio no tiene bachillerato) y fue muy emotivo poder hacer algo así en un día tan especial.
    Espero que te vaya genial la graduación.

    xoxo aprilwonders.blogspot.com.es

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es muy emocionante escribir un discurso. Y decirlo... ¡Ya ni te cuento! ;)

      ¡Besos!

      Eliminar

Santa Template by María Martínez © 2014