Weekly Diary 3#: semana 31-6 abril 2014

lunes, 7 de abril de 2014

¡Hola a todos!
¿Sabéis lo horroroso que es estar una hora haciendo una entrada y borrarla por accidente? Bueno, pues es lo que me ha pasado con este Weekly Diary. Además, el de la semana pasada no se publicó a pesar de tenerlo programado para el lunes, y reparé en esto el miércoles, así que he decidido juntar ambas semanas.


¿Conocéis esa horrorosa sensación que tienes después de acabar una larga temporada de exámenes? Esa sensación de aburrimiento y monotonía... Bueno, pues estas semanas han consistido en intentar deshacerme de ese horroroso sentimiento. 
Para celebrar el fin de la época de exámenes, las chicas de clase (es decir, cinco; sí, somos solo nueve en clase) decidimos hacer una fiestecita/karaoke. Pasamos la tarde entera comiendo guarrerías (esas que tanto me gustan) e imitando clásicos españoles como la Oreja de Van Gogh y recuperamos los relativos éxitos de High School Musical. Y claro, así acabamos todas con dolor de garganta y con voces roncas.
La tarde del viernes, Marta y yo decidimos pasarla tranquilamente con una sesión de cine casero con Tres bodas de más y crepes de Nutella y fruta. Luego, para compensar esa visión online ilegal decidimos aprovechar la oferta de 2,90 euros y fuimos el lunes al cine a ver Ocho apellidos vascos, para dejar que Clara Lago y Dani Rovira nos hicieran reír a carcajadas. Aunque personalmente, creo que a la película le faltó algo más. Quizá tenía demasiadas expectativas.
Estas semanas han estado llenas de noticias y hechos tanto negativos como positivos. Podríamos empezar por mencionar el 25 de marzo; este día perdí un gran amigo, Goofy: nuestro perro gruñón, vago, cazador profesional de tortugas domésticas y requeridor nato de muchísimos mimos. Ese mismo día publiqué una esquela en el blog en su honor.
Algo muy curioso que hice esa semana fue tener una clase colectiva de piano. ¿Sabéis lo escaso que suele ser una hora de clase para tres personas? ¡Imaginaos dos para nueve! A pesar de la falta de tiempo, fue muy interesante, ya que a parte de tocar y lucir nuestras piezas preparadas hablamos de sensaciones frente al piano de cola, como combatir los nervios frente a las cercanas audiciones y nuestros frustrantes problemas con el cambio de pedales.
Probablemente, lo mejor de esta semana han sido los libros. Me deprimí un fin de semana entero con Forbidden, intenté arreglarlo empezando (y acabando el mismo día) Las carreras de Escorpio... además de haber empezado con la trilogía Tierra de Magia (voy por el segundo tomo) de mi tocaya Amanda Hocking. Esta semana recibí Halcón Negro, me regalaron un ejemplar de La Parisina por casualidad o accidentes de la vida y mi madre me trajo el domingo varias sorpresitas: dos libros sobre el antiguo Egipto (que abarcan absolutamente todos los temas de la época) y el primer libro de la saga los Hijos de la Tierra.
Soy de los que opinan que hay libros para los que tienes que prepararte. Recuerdo que leí El Clan del Oso Cavernario hace siglos (con trece añitos), y no me gustó para nada. Ahora que lo he vuelto a leer, lo estoy disfrutando como una cría, y pienso hacerme con todos los libros de la saga. Lo único que necesitaba para leerlo era madurar un poco más como lectora. Esto mismo me pasó con El Médico.
Sí, de pequeña era muy burra y me gustaba leer libros de adultos gordos a pesar de que no los entendiera muy bien. Es una estupidez de la que siempre me avergüenzo.
Para variar, nuestro profesor de filosofía decidió esta semana amargarnos un poquito la existencia explicándonos que nunca vivimos el presente, sino que lo recordamos. Es muy largo de explicar, pero sería muy interesante como entrada para reflexionar entre todos sobre ello...
Por ahora no hay nada más que contar de esta mi vida.
Y ahora, mientras escribo esto, estoy escuchando una canción que me está emocionando mucho (os la dejo por abajo) y que me recuerda bastante a la frase que escojo para esta semana. Es una frase que mi abuela me dice mucho y en la que pienso bastante últimamente:
Márchate de aquí cuanto antes, olvídate de las raíces y planta tu bonsái donde quieras.
P.D.: ¿se nota lo mucho que mi abuela aprecia este país? Y tiene una obsesión rara con los bonsáis. Es su regalo preferido.

Mountain Song, de Little CHief

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