La infancia y los libros

miércoles, 17 de julio de 2013

Siempre he considerado que la infancia es el momento donde un lector se consagra. Si ves a tus padres leer, los imitas. Si leer de pequeño lo consideras algo muy guay y de mayores, lees. Hay miles de motivos por los que uno empieza a leer, al igual que hay otra larga lista de razones por las que uno deja de leer.
No recuerdo por qué empecé a leer. Quizás porque veía a mi madre en sus ratos libres engancharse a un libro, o porque ella me daba un libro para que me sentara a su lado. Aunque no lo recuerdo muy bien, sí que puedo hablar de mi hermana pequeña. 
Laura desde que nació me vio irme a la cama con un libro para leer. Mi mesita de noche siempre estaba llena de montañas de libros (y eso que tan solo tenía cinco o seis añitos) en vez de fotos. Leer antes de dormir era una costumbre que mi madre me había inculcado, y mi hermana no quería quedarse atrás. Desde que tenía tres años no dejaba de quejarse porque no sabía leer y quería aprender. El problema era que acababa de empezar primero de infantil, y enseñar a leer no era parte del sumario de ese curso. 
Laura solía imitarme y se llevaba sus cuentos a la cama, aunque no dejaba que nadie se los leyera. Ella se lo colocaba en el regazo y recuerdo que se inventaba las historias a partir de las imágenes. Un día, mi madre decidió que si mi hermana quería aprender a leer, aprendería. Daba igual que no fuera lo que tocara a su edad: si ella quería, era porque estaba preparada. Mi madre le enseñó leer con los libros del colegio con los que yo había aprendido a los cuatro años. Y en pocos meses, mi hermana leía no solo sus libros, sino también todos los carteles de la carretera y cualquier folleto que encontrara. Resultaba un poco pesado, pero muy dulce ver a una niña rubia de ojos grises con libros más grandes que ella. Dos años después, todos sus compañeros aprendieron a leer.
Lo curioso es que ahora Laura es incapaz de leer un solo libro a no ser que yo le insista. Ahora está leyendo el tercero de Percy Jackson, y lleva más de mes y medio a cuestas con él. Cuando le pregunto si es porque no le gusta, ella me afirma que le encantan las aventuras de Percy, pero que simplemente encuentra otras cosas que hacer. 
Esto me lleva a una sencilla conclusión: para mi hermana, leer no es un afición, sino una forma de pasar el rato. Yo hago miles de cosas distintas a parte de leer, y siempre procuro reservar unas horas para esa actividad simplemente porque me encanta.

Mi colección: Cuatro amigos y medio
Todo esto viene a que ayer estuve haciendo limpieza en la estantería de libros que tengo en mi cuarto y encontré la colección de libros que me aficionaron de verdad a la lectura. Estoy hablando de la serie de Cuatro amigos y medio. No sé los motivos que me impulsaron a comprar el primer libro, pero me encantó y en menos de seis meses me hice con la colección entera. Recuerdo que mi favorito era El caso de un cocodrilo en Internet.
Colección de Laura: Perla
Mi madre me dijo ayer que los donara a la biblioteca, pero me negué en rotundo. Aquellos libros significan mucho para mí, y les tengo tanto cariño que me niego a deshacerme de ellos. Puede sonar un poco egoísta, lo sé, pero es la verdad. 

También hubo otros libros que recuerdo con cariño y cuyas hojas no me importa volver a pasar.
Otros libros de mi infancia
A mi hermana, los libros que más marcaron su infancia fue una colección de cuentos de un hada llamada Perla que vivía en la fuente de un parque.

Comparando los libros de mi hermana con los míos, ahora puedo ver claramente que Laura era una niña a la que la fantasía le atraía, mientras que a mí el rollo detective me chiflaba.

Echando un vistazo al pasado, puedo ver que los libros que he leído me han transformado en la lectora empedernida que soy y seré para siempre. Y quiero agradecérselo a todos los escritores que me marcaron en mi infancia, en especial a Marjaleena Lembcke y a Joachim Friedrich.

Gracias por vuestros mundos. Jamás olvidaré vuestras historias.

Por cierto, así de limpia me ha quedado una de las tres estanterías (la de mi cuarto) que tengo esparcidas por casa. Aunque no se vea muy bien, el estante más bajo está repleto de libros en dos o tres filas. Vale, lo admito: lo mío no es el orden.
 


1 comentario:

  1. Me ha encantada la entrada, de verdad! Muy bien colocadito, y por supuesto que no falten esas partituras abiertas.. :)

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